Los procesos de calentamiento y enfriamiento de la superficie terrestre ocurren de manera natural debido principalmente a la cantidad de radiación solar incidente en la superficie de la Tierra, variaciones en la composición de la atmósfera y en el uso del suelo (WMO, 2011). Estos procesos han experimentado alteraciones observables desde hace ya varias décadas, representadas en un aumento anómalo de la temperatura global como resultado de la acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, que al absorber la mayor parte de la energía infrarroja térmica emitida por el Sol y la Tierra, producen cambios en el clima global (Posada, 2012). Es así como el calentamiento climático global del Planeta es una realidad, no sólo evidenciado en el aumento de la temperatura promedio del aire y el océano, sino también en el deshielo de nieves y el aumento del nivel del mar (IPCC, 2007).